domingo, 8 de septiembre de 2013

Síndrome Visual Informático


Pasaron ya los tiempos en que los chiquillos nos dedicábamos a preparar pegamento de papa para encolar el periódico alrededor de los hilos y cañas de la que sería nuestra primera cometa, o cuando robábamos arquetas del parral vecino para improvisar aquella estiradera con la que rematar los pobres reptiles que, inocentes ellos, no sabían que el tentador tomate en aquella lata encerraba la grasienta trampa.

No quedan tan lejos las tardes enteras de bicicleta y peloteo futbolero en el barrio. En realidad fue el otro día. Lo que ocurre es que todo va cada vez más rápido. Aquellos juegos infantiles sin elementos sofisticados y de gran dependencia grupal o de pandilla han experimentado una inexplicable evolución hacia un autismo individual difícil de entender. Raro es el infante, sea cual sea su condición, que parte de sus tardes no mantenga en sus manos los mandos de alguna consola de videojuegos o cualquier otro artilugio digital. Pero la cosa no queda ahí. La revolución tecnológica, con todo lo positivo y negativo que implica, ha llegado a todas las edades. Si bien los niños de hoy pasan sus “segmentos de ocio” hogareños compitiendo con un chip, los no tan pequeños nos pasamos la tarde conectados a la red o procesando textos, y hasta los que otrora hicieran sus tan recordados “carritos de verga” hoy pasan la tarde seleccionando canales televisivos vía satélite.

Pero la revolución tecnológica y el entretenimiento digital tienen su precio. Y no me voy a referir al que se paga en cuanto a la merma de imaginación, comunicación, desarrollo cultural, relaciones sociales… que supone, sino a los que influyen en la salud, y en este caso en la salud ocular. Y es que el síndrome visual informático, o más correctamente denominado síndrome ocular de las pantallas de visualización es un claro ejemplo de ello.

Desde que en 1983 la multinacional I.B.M. comenzara a generalizar el uso de la pantalla de rayos catódicos en el trabajo y el hogar se han descrito variedad de síntomas que parecen tener el mismo denominador común: el abuso de la tarea visual. Estos síntomas comprenden visión borrosa transitoria, dolor de cabeza frontal, fatiga ocular, fotofobia, visión doble transitoria, dificultad de concentración, enrojecimiento ocular y sequedad en los ojos entre otros. La causa de esta sintomatología obedece a múltiples factores entre los que se encuentran la incorrecta graduación, la disminución del parpadeo, el trabajo visual prolongado, la defectuosa iluminación ambiental, las diferentes distancias de los elementos de trabajo, la presencia de reflejos, la postura incorrecta…Estas y otras causas desencadenan en un estrés visual que afecta entre un 50 y un 90% de usuarios de ordenadores, sobre todo si hacen uso del mismo más de seis horas diarias.

Las recomendaciones que se deben efectuar a aquellas personas que empiecen a padecer los síntomas indicados pasan por la revisión ocular y de su graduación, así como una serie de consejos referentes al tiempo de trabajo visual y a las condiciones del mismo. Más discutible es la eficacia de los filtros protectores de pantalla recomendándose siempre la compra de aquellos debidamente homologados.

En resumidas cuentas, si engancharse continuamente a Internet o al procesador de textos le causa problemas visuales acuda a su oftalmólogo para que revise su graduación, y si sigue presentando síntomas tal vez sería bueno que separara a su hijo o sobrino de su consola de videojuegos y le enseñara a fabricar pegamento de papa para encolar el papel en los hilos y las cañas de su primera cometa…



Javier Rodríguez Martín
Médico Especialista en Oftalmología. Hospital Universitario de Canarias.

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