Los órganos visuales en la evolución de los seres vivos pasaron de ser simples sensores de luz hace mil millones de años a formar complejos sistemas ópticos y nerviosos, que en un principio ofrecían al ser vivo una visión monocular aceptable de su entorno cercano, pero que después llegó más allá, al conjugarse la visión de los dos ojos e imbricar la misma en los procesos cerebrales adecuados.
Esto que suena complicado es lo que conocemos como percepción de imágenes en 3D, que constituye la visión normal en sujetos sanos: un ojo ve una imagen y el otro la misma imagen pero desde un ángulo diferente, estas dos imágenes se integran en el cerebro dando lugar a la llamada ilusión tridimensional o de profundidad.
Para poder tener este tipo de visión, también llamada estereoscópica o de relieve se necesita una correcta función visual en los dos ojos, y que las conexiones cerebrales que permiten esta función se estimulen y desarrollen antes del fin de la maduración cortical visual, que en el cerebro humano sucede en torno a los ocho años de edad.
El recurso de la ilusión 3D en la cinematografía se empezó a utilizar en 1915 en Nueva York y tuvo su auge en la década de los 50, pasando al olvido durante muchos años con producciones puntuales hasta los últimos años.
Pero últimamente parece que vuelve a estar “de moda” gracias a la mejora de la tecnología implicada. Para su creación actualmente se utilizan cámaras de alta definición separadas entre sí. En las salas se proyectan ambas imágenes y al utilizar unas gafas especiales que nos permiten diferenciar en cada ojo la imagen correspondiente se crea en el cerebro la ilusión óptica buscada.
¿Y qué tiene que ver la oftalmología en todo esto? Pues que aquellas personas que no tienen una correcta visión en ambos ojos no pueden tener la llamada ilusión tridimensional y, entre otras cosas, no disfrutan de dicho efecto en las películas 3D. Lo más común es que se deba a falta de una adecuada corrección óptica, o a la presencia del denominado “ojo vago”, que si se detecta a tiempo (antes de los ocho años) puede tener remedio en la mayoría de los casos.
Es por ello que si te cuesta apreciar el efecto de relieve en las películas o en otros formatos (láminas…) o lo adviertes en tus hijos el mejor consejo es acudir a un oftalmólogo, que realizará las pruebas adecuadas para detectar el origen del problema.
Porque además parece que esta vez el 3D viene para quedarse largo y tendido…
Esto que suena complicado es lo que conocemos como percepción de imágenes en 3D, que constituye la visión normal en sujetos sanos: un ojo ve una imagen y el otro la misma imagen pero desde un ángulo diferente, estas dos imágenes se integran en el cerebro dando lugar a la llamada ilusión tridimensional o de profundidad.
Para poder tener este tipo de visión, también llamada estereoscópica o de relieve se necesita una correcta función visual en los dos ojos, y que las conexiones cerebrales que permiten esta función se estimulen y desarrollen antes del fin de la maduración cortical visual, que en el cerebro humano sucede en torno a los ocho años de edad.
El recurso de la ilusión 3D en la cinematografía se empezó a utilizar en 1915 en Nueva York y tuvo su auge en la década de los 50, pasando al olvido durante muchos años con producciones puntuales hasta los últimos años.
Pero últimamente parece que vuelve a estar “de moda” gracias a la mejora de la tecnología implicada. Para su creación actualmente se utilizan cámaras de alta definición separadas entre sí. En las salas se proyectan ambas imágenes y al utilizar unas gafas especiales que nos permiten diferenciar en cada ojo la imagen correspondiente se crea en el cerebro la ilusión óptica buscada.
¿Y qué tiene que ver la oftalmología en todo esto? Pues que aquellas personas que no tienen una correcta visión en ambos ojos no pueden tener la llamada ilusión tridimensional y, entre otras cosas, no disfrutan de dicho efecto en las películas 3D. Lo más común es que se deba a falta de una adecuada corrección óptica, o a la presencia del denominado “ojo vago”, que si se detecta a tiempo (antes de los ocho años) puede tener remedio en la mayoría de los casos.
Es por ello que si te cuesta apreciar el efecto de relieve en las películas o en otros formatos (láminas…) o lo adviertes en tus hijos el mejor consejo es acudir a un oftalmólogo, que realizará las pruebas adecuadas para detectar el origen del problema.
Porque además parece que esta vez el 3D viene para quedarse largo y tendido…
Javier Rodríguez Martín
Médico Oftalmólogo
Director Médico
Centro Oftalmoquirúrgico
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